Jennifer Lawrence, la Cenicienta del capitalismo

La actriz repite junto a Bradley Cooper y Robert De Niro a las órdenes de David O.Russell, el director que la dio su Oscar por 'El lado bueno de las cosas'



Joy Mangano fue la reina de la teletienda a finales del siglo pasado. Esta mujer de clase trabajadora combinó durante años empleos de todo tipo para mantener a sus tres hijos con su afición por los inventos. Hasta que decidió comercializar uno de ellos: la “fregona milagrosa” que se escurre sin esfuerzo. Mangano consiguió un hueco en la QVC, una de las más populares cadenas de venta televisiva donde su producto resultó todo un éxito. A partir de entonces, se convirtió en una empresaria que comercializa sus propias patentes a través de la pequeña pantalla.

Mangano sirve de inspiración para 'Joy', la nueva película de David O. Russell. El director de 'La gran estafa americana' pretende convertir la historia de la reina de la teletienda en un film de Frank Capra (como si fuera 'Qué bello es vivir', la película se estrenó el día de Navidad en Estados Unidos) donde el sueño americano se entiende como una versión de la Cenicienta adaptada al capitalismo.

En la película, Joy es una muchacha que dedica todo su tiempo a cuidar de la familia. Su madre vive literalmente pegada al televisor. No sale de la cama, desde donde se dedica a engullir una telenovela tras otra. Su padre regresa a casa tras un segundo matrimonio fallido y se instala en el sótano junto al ex marido de Joy, que tampoco tiene donde caerse muerto. La afable abuela le echa una mano con los niños. El panorama familiar que dibuja Russell se sitúa a medio camino entre la familia disfuncional siempre a punto de convertirse en el infierno que acaba con los sueños de la protagonista y un microcosmos de Estados Unidos entendido como un 'melting pot' un poco forzado donde la convivencia se acaba imponiendo a las diferencias.

Siempre atareada, Joy no tiene tiempo de cumplir sus sueños de niñez. Desde pequeña, ha querido convertirse en inventora. Hasta que decide tirar adelante, caiga quien caiga, una de sus brillantes ideas: una fregona de más fácil manejo y mayor absorción. Como las protagonistas de los cuentos de hadas, Joy tiene una abuela que la protege y confía en ella, una hermanastra con la que se odia, un padre que parece más preocupado por la “otra” familia y una madrastra que le presta dinero mirándola siempre con mala cara. Aquí el príncipe azul consiste en poder desarrollar una carrera profesional propia. Y el papel de hada madrina lo acaba jugando la televisión.


Una aparición en un canal de teletienda resulta el espaldarazo definitivo para la carrera de Joy. La protagonista se niega a que un profesional anuncie su producto y decide promocionarlo ella misma. Al fin y al cabo es una ama de casa explicando a millares de otras amas de casa por qué su fregona resulta milagrosa. Joy todavía tendrá que superar otros obstáculos, como la apropiación de su patente por parte de otro empresario, pero su carrera hacia el éxito ha despegado.

Con títulos como 'Tres reyes' (1999) y 'Extrañas coincidencias' (2004), David O. Russell se posicionó en el cine independiente norteamericano como un director que no temía utilizar grandes estrellas de Hollywood para llevar a cabo comedias diferentes y un punto subversivas. Sin embargo, con sus tres últimas películas, 'El lado bueno de las cosas', 'La gran estafa americana' y esta 'Joy', todas ellas protagonizadas por Jennifer Lawrence y Bradley Cooper, Russell se sitúa en ese terreno más ambivalente del cine supuestamente alternativo que tan bien funciona en las entregas de premios de la industria. Estas tres películas coinciden en una supuesta apuesta por la extravagancia vital que sin embargo se queda en la superficie y esconde un discurso mucho más conservador de lo que aparenta respecto al estilo de vida norteamericano. El propio estilo cinematográfico de Russell tiene también mucho de aparente. Le toma prestado todo lo que puede al Martin Scorsese de 'Uno de los nuestros' en sus crónicas que avanzan y retroceden en el tiempo con la ayuda de grandes y previsibles temas de la música popular norteamericana.

 En 'Joy', Russell dinamita constantemente todos los flancos de interés de la historia. La evolución de una ama de casa convertida en gran empresaria gracias a la tele podría haber dado para explorar los códigos comunicativos del formato teletienda, y sin embargo el cineasta prefiere quedarse con el cliché de los culebrones que aíslan de la realidad a la madre de la protagonista. En un momento del film también se apunta a la guerra de las patentes (origen, por otro lado, del mismísimo Hollywood) y a las dificultades que llega a encontrarse una ciudadana normal para desarrollar una empresa en un supuesto entorno de libertad de mercado. Tampoco le apetece a Russell profundizar en este aspecto o en contradicciones como la de hacerse millonaria con un producto que no se estropea nunca a la que tan buen provecho sacó la comedia negra 'El hombre del traje blanco' (Alexander MacKendrick, 1951).

La diferencia entre 'Joy' y otros films sobre empresarios hechos a sí mismos es que aquí la protagonista es mujer. Russell también podría haber acentuado las especificidades en este sentido. El hecho que todo el mundo dé por descontado que a Joy le toca cuidar de los demás y no dirigir una empresa o la idea de que se haga rica vendiendo productos para amas de casa quedan claros pero Russell no es capaz de hacer con ellos más que esta versión capitalista del cuento de la Cenicienta que utiliza el tono de fábula para paliar las muchas deficiencias de un guion demasiado superficial y previsible.

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